Mariana sintió un extraño cosquilleo en todo su cuerpo al
escuchar lo que Kendall le había dicho. ¿Celoso, porqué?
-¿Celoso? –Preguntó con voz tartamuda.
-Si Mariana, estaba celoso.
-¿Por qué?
-¿Qué no es obvio? –Suspiró y tomó las manos de la chica –Tú
me gustas. Me gusta la manera en que se dibuja la sonrisa en tu rostro, me
gusta como te sonrojas cada vez que digo algo sobre ti, me gustan todas esas
pequeñas cosas que odias de ti misma y al verte con otro chico no pude evitar sentir celos de ese chico.
-Pero, pero…, no sé que decir.
-Tú fuiste la única que me apoyó en todo momento, cuando
estoy cerca de ti siento que todo lo gris y todo lo malo desaparece. No digas
nada.
Ambos se quedaron callados y se miraron por unos segundos
fijamente a los ojos, Mariana sentía que su corazón latía a mil por hora y sus
manos comenzaron a sudar. Kendall cerró sus ojos y abrazó a Mariana, reposó su
cabeza en el hombro de la chica intentando cubrirse en ella. Mariana no sabía
que haber, tenía a un chico en sus brazos que le había dicho todo lo que sentía
por ella. Definitivamente eso nunca le había sucedido antes.
La chica suspiró y llevó una de sus manos hasta la rubia
cabellera de Kendall, entrelazó sus dedos en las hebras de cabello y comenzó a
acariciarlo. Recostó su mejilla en la cabeza de él y cerró los ojos. Así
permanecieron por al menos 20 minutos. Sin nada que decir o hacer, tan solo
escuchaban sus respiraciones.
Kendall se separó un poco de Mariana y volvió su vista a sus
ojos castaños, miró momentáneamente los labios de la chica y sin poder
resistirse, le robó un pequeño beso. Ella le correspondió.
-Kendall, me tengo que ir.
Dijo la chica al terminar el beso.
-Quédate un poco más.
-No puedo, debo irme, ya es tarde.
Kendall apoyó su frente con la de Mariana y botó un poco de
aire.
-Esta bien, pero déjame acompañarte.
-No, no es necesario.
-Mariana, no quiero que te vayas sola. Por favor, déjame ir
contigo, quiero corroborar que llegarás bien.
-Esta bien Kendall.
El chico rubio sonrió victoriosamente y se encaminaron hasta
el departamento de Mariana. Ambos iban callados, no sabían que decir después de
ese beso. Kendall sentía un poco de decepción, quería escuchar de Mariana lo
mismo que escuchó ella de él, pero la chica no decía nada, tan solo permanecía
callada.
Mariana sabía que Kendall estaba un poco triste o desilusionado,
ella quiso decirle lo mismo, quería decirle que también le gustaba pero
simplemente se congeló. Al Kendall suspirar ella supo que debía hacer algo.
Sacó su mano del bolsillo y sin decir nada tomó la mano del chico. Él la miró y
ella le regaló una sonrisa, él hizo lo mismo.
Al Kendall sentir cómo la chica tomaba su mano no pudo
evitar sonreír. Mordió su labio inferior y se limitó a regalarle una sonrisa.
Él sabía que Mariana era una chica muy reservada y apenada, pero estaba seguro
de que ella sentía lo mismo por él, aunque no se lo dijera.
Cuando llegaron hasta la entrada del departamento, Kendall
tomó la otra mano de Mariana y volvió a sonreír, ella agachó la mirada con las
mejillas coloradas y también sonrió.
-Hasta mañana Kendall.
-Hasta mañana linda.
Tras decir eso, se acercó un poco y le dio un pequeño beso
en la mejilla, al hacerlo, Mariana cerró sus ojos y suspiró suavemente.
Volvieron a intercambiar sonrisas y ella se adentró hasta su hogar. Kendall
retomó el camino al hotel con un paso apresurado.
Mariana cerró la puerta y se recostó a ella para luego
sonreír. Llevó su mano hasta su mejilla, donde Kendall le había besado, y luego
pasó dos de sus dedos por sus labios, recordando el beso que le había dado
Kendall.
-Que tierno es. –Susurró y sonrió. Posteriormente subió las
escaleras hasta su habitación sin dejar de pensar en todo lo que había
sucedido.