7 de marzo de 2013

DON’T YOU KNOW ME?: Capítulo10


El día estaba soleado, la brisa acariciaba suavemente las mejillas de Mariana y algunas hebras de su castaña cabellera flotaban en el aire. Leía un libro como de costumbre, una novela de la época contemporánea. Estaba sentaba en un banco, debajo de un gran árbol en el campus de la universidad, esperaría a que transcurrieran unos cuantos minutos para entrar a su próxima clase.

La concentración de su lectura se esfumó totalmente al momento que su celular comenzó a timbrar. La chica miró el identificador de llamadas pero el número estaba bloqueado, era un número privado. Dudó en responder pero la insistencia de la llamada la obligó a contestar.

-¿Quién habla? –Fue directa, le inquietaba desconocer el número de quién llamaba.

-Hola Mariana.

-¿Quién habla? –Repitió.

-¿Tan fácil olvidaste el sonido de mi voz? –Al escuchar esa oración y pensar quién podría ser, su corazón comenzó a latir con rapidez.

-¿Qué es lo que quieres? ¿Para qué me llamas?

-Solo quería saber de ti.

-No te interesó saber de mí el día que te fuiste Kendall, el día que huiste cobardemente de mi lado.

-Las cosas no sucedieron así, yo no huí.

-¡Ay, por favor! Eres un cínico y un mentiroso.

-Acepto lo de cínico pero no te permito que me taches de mentiroso.

-¿Ah no? ¿Y cómo le llamas a lo que me hiciste?

-Yo te dejé una carta explicándote las razones de mi partida, yo nunca te mentí.

-Me llenaste de tantas ilusiones y luego te marchaste Kendall –Espetó con los ojos llenos de lágrimas.

-¡¿Qué?! Mariana, te repito, yo nunca te mentí. Todo lo que te dije fue verdad, todo absolutamente todo te lo dije con el corazón en la mano, sería incapaz de lastimarte, de dañar tus sentimientos tan nobles. –La chica suspiró.

-Pero lo hiciste y te fuiste –agregó con un dejo de tristeza.

-Lo sé, por eso estoy aquí, mi amor.

Mariana sintió como si su corazón se hubiera detenido en el instante en que Kendall le susurró esa última oración al su oído, Kendall estaba detrás de la chica. Estaba en California Heights.

Se levantó impulsivamente de su asiento dejando caer sus cosas y se volteó a ver a sus espaldas, efectivamente Kendall estaba parado detrás de ella, con aquel arrepentimiento reflejado en sus ojos.

-¿Qué haces aquí? –Preguntó la chica con un tono de voz lleno de nervios. Kendall se acercó lo suficiente como para inclinarse y recoger todo lo que Mariana había tirado en el pasto verdoso del campus. Un verde que contrastaba el hermoso color de sus ojos, tan verde como el mismísimo pasto.

-“Alcanzando la felicidad”, ¿eh? –Profirió al levantar el libro del suelo.

-Es un buen libro. Lo leí cuando estaba muy chico, me dejó una buena enseñanza.

Mariana siempre pensaba que si algún día Kendall se le atravesara en su camino ella le diría tantas cosas que se había guardado, le diría lo estúpido que fue y todo lo que le hizo sufrir. En cambio, Mariana se limitaba a observar y escuchar a Kendall, con nostalgia. Al tenerlo frente a ella se dio cuenta de cuánto extrañaba a aquel chico, extrañaba sus ojos, su rubia cabellera e incluso extrañaba sus brazos rodeándole la cintura.

-¡Mariana vamos, ya comenzó la clase! –Exclamó un chico desde lejos. Ambos miraron en dirección de donde provenía la voz, luego Mariana miró a Kendall. El chico pensó que ella se quedaría, en vez de eso, Mariana recogió sus cosas y apresuró su paso hasta donde estaba su compañero de clases. Kendall suspiró y se dejó caer en el banco, cuán soldado derrotado en una batalla. Apoyó sus codos en sus piernas y enterró su rostro en ambas manos. No dejaba de lamentarse haber dejado todo por un par de millones y una película.

Miró momentáneamente al suelo y vio un pequeño objeto entre el pasto, era uno de los pendientes que adornaba la oreja de Mariana. Lo recogió y al observarlo sonrió, nuevamente suspiró y su vista se perdió entre las líneas de las delgadas hojas del monte. Repentinamente un par de zapatillas se aparecieron ante sus ojos, levantó la mirada con un poco de esperanzas y sí, era Mariana parada frente a él, con sus libros entre sus brazos y una mirada nostálgica y confundida.

-Yo… no soy buena con las palabras –profirió. El chico sonrió.

Kendall se levantó y abrazó a Mariana, ella tan solo se quedó quieta, cerró sus ojos y percibió el perfume de Kendall. Dejó caer todo de sus manos y deslizó sus brazos hasta rodear al chico, enterró su rostro en su pecho. Cómo había extrañado estar así, con él.

Se separó un poco hasta encontrarse con la mirada de Kendall, llevó una de sus manos hasta su rostro y acarició sus mejillas, cejas, nariz y el borde de sus labios, lo miró nuevamente e hizo una mueca que parecía ser una pequeña sonrisa.

-Yo también te extrañé mi amor, y mucho. –Agregó Kendall, aunque Mariana no dijo nada, era como si sus propios gestos le hubieran dicho “Te eché mucho de menos”.

-Esto no era lo que tenía pensado Kendall, mi plan era lanzarte de un puente por lo que me hiciste –Él rió.

-Yo mismo me hubiera lanzado, tan solo quería tu perdón. Tenía tanto miedo de venir y que no quisieses hablar conmigo, yo sé que te lastimé mucho, lo veo en tu mirada y no sabes cuánto me arrepiento de haberme alejado de ti.

-Era tu deber.

-No, mi deber era quedarme junto a ti y amarte con cada partícula de mi miserable ser.

-No digas eso, tú no eres miserable. Muchos podrán pensarlo pero mí Kendall no es miserable. Al contrario, es dulce, atento, divertido y muy atractivo.

-Oh, ¿así que estabas conmigo solamente  por qué soy atractivo?

-Tal vez –ella soltó una pequeña risita y volvió a abrazarlo. –No puedo creer que haya sido tan débil como para estar en tus brazos y no tratando de matarte.

-No es debilidad Mariana, es amor.

Automáticamente sus mejillas se coloraron, era tan cierto lo que el chico decía. Mariana estaba enamorada de Kendall, tanto como él de ella.

-¿Te gustaría caminar un poco? –Propuso el chico. Mariana se encogió de hombros.
Caminaron sin mucho que hablar, caminaban en silencio. Caminaron hasta llegar a la librería, aquella misma que traía muchos recuerdos a Kendall.

-Tanto tiempo sin pisar el suelo de este lugar –murmuró. Caminó por entre los estantes pasando su dedo índice por los lomos de los libros. –Tiene el mismo olor y la misma sensación que hace dos años atrás –se giró a ver a Mariana –Dos años que me han hecho extrañarte inmensamente.

Se acercó a Mariana y tomó su mano derecha. La colocó en su pecho, justo en su corazón.

-¿Sientes como late? –Le preguntó.

-Late muy… rápido.

-Esta latiendo de la misma manera que latió en aquel primer instante que miré tus ojos.

Apartó una de sus manos para acomodarle un mechón de cabello sobresaliente a la chica. Acarició su mejilla y sonrió con ternura. Ella se limitó a mirarlo detenidamente a los ojos.

-Eres tan hermosa –agregó Kendall.

La chica le tomó la mano y la besó, gesto que incitó a que Kendall se acercara más a ella y poder darle un beso. Un beso que anhelaba cada noche desde que se marchó. Un beso lento y dulce.

Normalmente no era su estilo de besar pero eso le inspiraba Mariana, ternura. Era increíble cómo un chico tan impertinente haya sido dominado por una chica educada, amable e independiente. Eran como el cuento de “La bella y la bestia”.

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