Liam estaba furioso, pero no
podía hacer nada. Si lo hiciese se armaría un escándalo y su prima no le
perdonaría haber buscado a Kendall, si muy clara fue diciéndole que no quería
nada que los relacionara. Días después, al Liam regresar nuevamente a
California Heights se encontró con la grata sorpresa de que su prima se había
inscrito a la universidad. Oh, eso lo hacía tan feliz, tantas veces en un largo
tiempo le insistió a su prima que comenzara sus estudios universitarios pero
ella se negaba, no quería dejar de
trabajar ni un instante para apoyar a su madre económicamente con sus terapias
constantes.
-De verdad me alegra prima
–agregó Liam –Lo que no entiendo es ¿qué te hizo cambiar de opinión?
-Bueno, no te lo conté por
teléfono cuando estabas en Los Ángeles porque quería ver tu cara… Chanel
consiguió un nuevo trabajo y le permiten tener un seguro de vida,
donde incluye a su esposo y a mi madre.
-¿En serio? ¡Eso es asombroso
Mariana!
-Lo es. Gracias a que ya no
tengo que trabajar tan duro para conseguir dinero y pagar las terapias de mamá, me di cuenta de
que gano lo suficiente como para contratar a alguien que me cubra medio tiempo
en la librería, así que decidí hacerlo y volver a estudiar.
-Estoy orgulloso de ti –acotó
su primo.
-Eso también lo sé, y ya que
aún me quedó dinero… quiero devolverte lo que me prestaste una vez.
-¿Qué? No, deja eso en el
pasado.
-Primo no puedo, tú me
prestaste ese dinero.
-Te lo regalé.
-Lo que fuese, quiero
devolverlo.
La chica sacó un sobre con
dinero de su cartera y obligó a su primo a aceptarlo. Después de haberlo hecho,
quedó satisfecha y se sintió orgullosa de ella misma. Después de haberlo hecho, quedó
satisfecha y se sintió orgullosa de ella misma pues no había mejor sensación
que aquella donde sentía que cada día era mejor, que todo conspiraba a su
favor.
Todo le iba tan bien que
parecía que Dios hubiera dicho «Ya no más
sufrimientos para ti, es hora de que tengas una buena recompensa por todo lo
que has superado».
Mariana sentía un gran orgullo de si misma, cada
vez que miraba hacia el pasado no podía evitar sonreír, sonreír por cómo todo
lo que vivió, valió la pena. Aunque sentía una pequeña espina en su corazón,
una espina que llevaba grabado el nombre Kendall Schmidt.